La válvula de radiador termostática clásica contiene un tapón, generalmente hecho de cera (que forma un motor de cera), que se expande o contrae con la temperatura ambiente. Este enchufe está conectado a un pasador que a su vez está conectado a una válvula. La válvula se cierra gradualmente a medida que aumenta la temperatura del área circundante, lo que limita la cantidad de agua caliente que ingresa al radiador. Esto permite establecer una temperatura máxima para cada habitación.
Como la válvula funciona al detectar la temperatura del aire que la rodea, es importante asegurarse de que no esté cubierta por material (como cortinas). Si se quita el controlador de la válvula, la válvula se abre y el radiador siempre estará caliente.
Los TRV no deben instalarse en la misma habitación donde está instalado el termostato de la caldera.
Se ha estimado que el reemplazo de un control de calefacción manual con un TRV ahorra al menos 280 kilogramos (620 lb) de CO2 por año. También son considerablemente rentables, usan calor solo cuando es necesario y pueden reducir las facturas de calefacción hasta en un 17 por ciento al año.
A partir de 2012, los TRV electrónicos están disponibles que utilizan sensores electrónicos de temperatura y, con frecuencia, contienen programadores para que los radiadores individuales se puedan programar para diferentes temperaturas en diferentes momentos del día. Este mayor control permite un ahorro aún mayor de energía y CO2.